El acto de dejar atraparte por la música en formato vinilo es como una religión, no solo por el placer puramente musical, si no por todo el proceso que conlleva hasta dejar caer la aguja sobre el crujiente vinilo. El formato vinilo es un ejercicio de puro placer en tiempos de prisas, de música de usar y tirar, o bien de acumular discos en discos duros (todos lo hacemos, yo el primero). El ritual de encender el equipo de música, prepararte una copa, seleccionar un disco de la colección, limpiarlo y reproducirlo, es realmente recomendable para perderse horas y horas entre canciones visionando las letras y portadas de cada uno de ellos.
Esta claro que el vinilo esta de moda, de eso no hay duda, eso no debe ser un problema para los que empezamos hace una buena pila de años comprando dicho formato. Ahora todo es más fácil para tener una colección interesante, con un simple golpe de ratón desde nuestro ordenador en pocos días podemos tener un vinilo que estaba en la otra punta del mundo. Aunque una cosa tengo clara, el complemento de placer perfecto al expuesto anteriormente, es buscar entre las cubetas de discos usados de las tiendas de discos o ferias, perder horas tocando material, ensuciándote las manos hasta encontrar cosas interesantes que llenen de satisfacción el odio.